13 dic 2012

V Curso 2012-13: Iñaki Gabilondo, la conferencia 2ª parte

Buena parte de los asistentes tuvo que sentarse en el suelo. En el centro, Pilar Tejera 


La conferencia II

Iñaki Gabilondo: "Esto es una estafa"

Los jóvenes están empezando a ver con desengaño, con tristeza, con cinismo y con gran pesimismo que hay determinado tipo de espejitos que no les van a engañar
Les digo a mis hijos: te puedes desengañar, puedes estar decepcionado, pero lo que no puedes es rendirte. Hay que dar el siguiente paso. Hay que seguir, seguir
Somos más conservadores. Más miedosos. Nos aterroriza que nos pueda, de pronto, pasar algo que nos devuelva a las amarguras


E.C.
Iñaki Gabilondo: Me imagino que esto cierra un capítulo de la historia de la humanidad y abre otro capítulo de la historia de la humanidad. El mundo que hemos estado viviendo hasta ahora va a tener que reflexionar, reconsiderar que está pasando. Hemos asistido a un desastre colosal, como cuando se cayó el comunismo que, naturalmente, tiene que traer grandes consecuencias.



Cuando se cayó el comunismo y todos los países de la órbita soviética se fueron a pique, pasaron muchas cosas derivadas del hecho de que el comunismo se había ido a pique y no pararon de pasar durante mucho tiempo.
Por eso, pensé: ¿qué va a pasar ahora? ¿Qué va a ocurrir? Me decía: a ver si es el momento de la política, que recupera su posición, a ver si otra vez podemos recoger el pensamiento democrático más profundo, a ver qué ocurre, a ver qué ocurre.
En efecto, esa sensación no la tenía solo yo, la tenía todo el mundo. Sarkozy [Nicolás, expresidente de Francia] dijo: “hay que refundar el capitalismo”. Todo el mundo decía: tiene que pasar algo.
¿Qué ha pasado aquí?
Efectivamente. Pero, he de confesarles que en mi vida, y ya he cumplido 70 años, esto que sucedió hace cuatro años, el anuncio de la nacionalización de la banca americana, fue un día decisivo en mi vida.
Por eso, cuando después de aquello, que a mí me resultó tan brutal, después de oír durante 15 o 20 días todo lo que naturalmente iba a pasar, tenemos que repensar el capitalismo, etcétera, de repente aquello se amansa y volvemos, como si nada hubiera ocurrido, a la situación inmediatamente anterior.
Imaginen ustedes, para seguir el símil, que el Papa sale al balcón de san Pedro y dice lo que yo les he dicho que dice, y después de un mes más o menos de desconcierto, todo vuelve a su naturalidad, a las reuniones, los actos, las misas, las reuniones, todo igual. ¡Huy!, ¿qué ha pasado ahí?
Esto es una estafa
Entonces es cuando yo digo: esto es una estafa. Es cuando llego a esa conclusión y digo: si esto ha ocurrido y no trae grandes consecuencias, a la vista de que se ha puesto de manifiesto la flaqueza, la debilidad, la fragilidad de un sistema que tiene naturalmente que caer en la más colosal de sus contradicciones y no se cambia nada de una manera sustancial, es que esto tiene trampa.
Esa es, sinceramente, la opinión que yo tengo. La opinión que yo tengo es que lo que ocurrió en el año 2008 era que ese pensamiento que estaba desbocado y que estaba lanzando a tal cantidad de especulaciones que no sabíamos en nuestra modesta y particular vida, no sabíamos la cantidad de desmanes que estaba haciendo el mundo financiero, las locuras que estaban haciendo ahí, los miles de millones de dólares y de euros que andaban circulando por encima de nuestras cabezas sin tener ni idea, pues de repente un día nos dimos cuenta de esa realidad.
Nos dimos cuenta de que no es que hubiera habido unos cuantos ambiciosos que habían roto el sistema, sino que el sistema, en su propio germen, tenía el germen de esa contradicción que podía llegar a provocar ese tipo de crack.
Solo para elegir un aspecto del problema: cuando el mundo entero, angustiado por lo que había ocurrido, preocupadísimo por lo que había ocurrido, y convencido de que tenía que tomar decisiones verdaderamente profundas, reunió al G-20.
Una reunión a la que fue también España. ¿Recuerdan? que si no iba a ir, que sí iba a ir, y al final fue. España se unió el G-20. (1)
En la primera reunión empezaron a surgir allí ideas y a tomar decisiones tremendas: vamos a acabar con los paraísos fiscales, vamos a acabar con… bla bla bla.
No me lo puedo creer
Pero pasó un ratito y nadie acabó con nada. Que es cuando yo sufrí, he de reconocer, el chasquido mayor, hasta decir: pero vamos a ver, ¿no hemos visto todo esto con naturalidad? ¿no hemos asistido a un striptease total? ¿no se ha producido, con las más absoluta impudicia, la evidencia, la manifestación, sin la más mínima duda, que no tiene que ver con cavilaciones ideológicas, sino que se ha producido delante de nuestros ojos este hecho en el cual este desmán del dinero suelto a sus anchas ha provocado este cisco padre? ¿y todo sigue igual? Pues yo no me lo podía creer.
No entiendo mucho de números, pero he tenido los ojos abiertos siempre. Unos pocos años antes de esto, cuando nombraron a Miguel Ángel Fernández Ordoñez, Gobernador del Banco de España, fui a verle. Fernández Ordoñez había estado con nosotros en el programa que yo hacía en la SER, Hoy Por Hoy. Era uno de los contertulios que solía venir al programa.
Fui a verle y estuve tomando café en su despacho. Le dije: como no entiendo mucho de estas cosas, todavía no había llegado la crisis ni nada, de todas la señales económicas que hay y que llegan por todas partes y que te vuelven loco, dime alguna pista que pueda seguir para tener certeza de que esa pista me da un dato bueno de cómo va el mundo.
Cuerpo a tierra
Me contestó algo que en aquel momento no entendí nada. Me dijo: casi todo lo que pueda ocurrir no le des mucha importancia, porque está todo más o menos controlado. Pero si un día ves que empiezan a entrar en crisis las hipotecas de los Estados Unidos, échate cuerpo a tierra.
Cuando al cabo de unos años empezó lo de las hipotecas. dije, y quedé muy bien ante mis compañeros, atención, que esta señal es muy gorda.
Más tarde, cuando empezó a pasar lo que pasó, todos me miraban como si fuera yo el oráculo de Delfos, aunque yo todavía no sabía muy bien cuál era la razón que le permitía a Miguel Ángel Fernández Ordoñez conectar de una manera tan directa las hipotecas en Estados Unidos con la crisis, aunque posteriormente me he ido enterando.
Si han visto la película Inside Job de Charles Ferguson, un documental en el que se cuenta con gran precisión y con gran categoría informativa el proceso de las subprimes y de la crisis financiera, no es una película tendenciosa, ha recibido todo tipo de premios y de reconocimientos mundiales, comprobaran que en el documental se señala con verdadera puntería la naturaleza del circo montado por el gran dinero, desde tiempo atrás, que terminó provocando este colmo. (2)
Si tienen ustedes un día ganas, pueden comprar un libro que se llama Cleptopía, de un periodista norteamericano, Matt Taibbi, que ha sido también reconocido con todos los premios del mundo y que les puede explicar a ustedes, con gran naturalidad, cómo estaba fabricado un mecanismo de ordeño de cada duro que pasaba por las inmediaciones de sus actividades, en una operación sencillamente de voracidad institucional. (3)
Otro caso, el del pobre desgraciado, el francés Jérôme Kerviel, al que le pillaron en la Societé General cursando órdenes de compra y venta, al que ahora han condenado a cinco años de cárcel, como si fuera una especie de golfo en una reunión de santos, este hombre estaba llevando a cabo con el mayor entusiasmo la política que era la de la asunción del máximo riesgo para obtener el máximo beneficio. Se tiró al agua y se cayó. (4)
Estaba, en cierto sentido, presentándonos el espectáculo que no estábamos pudiendo ver del juego de estas voracidades lanzadas.
Juegos locos
Hay muchos libros ya, muy importantes, aparte de los que puedan ser insidiosos, los que puedan ser ideológicamente muy sesgados, hay libros muy serios, muy premiados y muy reconocidos que les pueden a ustedes servir para comprobar cómo se iba fabricando un determinado juego de naipes para obtener la máxima rentabilidad con apuestas temerarias, con juegos locos. Yo no tenía ni idea.
Unos juegos locos de los que hemos tenido alguna noticia aquí cuando nos hemos enterado, por ejemplo, de lo que le ha pasado a algunas personas con las participaciones preferentes. Te proponían cosas y no te enterabas de nada, porque no sabes. ¿Por qué vas a saber? Y firmas y te metes en un jardín. Los líos en los que nos hemos ido viendo más o menos metidos y que son solamente la cascarita de las cosas que se han ido produciendo por ahí.
En todo caso, como digo, un circo de este porte, que no ha sido un accidente, sino el tropiezo natural de un juego que se estaba haciendo temerariamente y a lo loco para obtener la más absoluta rentabilidad fuera de la lógica.
Era el juego de endéudese más, endéudese más, endéudese más, ¿pero usted no quiere un crédito? No, sí hombre sí; pero yo no; sí sí, pídalo usted; pero ¿para qué?; que sí; pero además yo ya tengo casa, no; pero se cambia usted de casa, pero además se compra usted el coche.
Nos suena ¿no? Bueno, ese mundo en el que nosotros hemos vivido, multiplíquenlo por mil y era el juego del dinero siguiendo su propia lógica, la lógica de seguir expandiéndose y creciendo. Incluso podríamos decir que forma parte de su más profunda verdad.
¿Qué tiene de malo? Bueno, lo que tiene de malo es que es imposible. Eso es lo único que tiene de malo. Y que los que lo estaban dirigiendo el cotarro sabían que era imposible.
Ciudadanos siguen en pie la charla de Iñaki
Ustedes son culpables
Cuando en un momento determinado aquello se cae, asistimos al escándalo de que no pasa nada dos meses después. No va a la cárcel nadie y de pronto descubrimos que todos somos culpables. ¡Anda! ¡Arrea! O sea, que nosotros somos culpables.
¿Pero por qué somos culpables? Pues porque ustedes han vivido por encima de sus posibilidades. No, nosotros hemos vivido dentro las posibilidades que nos brindaba la sociedad.
Somos un país austero y hemos estado viviendo como pobres toda la vida. Yo no sé de qué extracción social son ustedes. Yo soy de una familia modesta y a lo largo de mi vida he sabido que hay una cosa que se llaman los ricos y luego está la gente, que es la mayoría de la gente que he conocido yo en mi vida, unos de clase más acomodada, menos acomodada, más pobres, menos pobres, lo normal.
Nosotros hemos vivido en la austeridad toda la vida. Yo he sido un triunfador profesional, y he ganado más dinero que mis colegas. Me ha ido muy bien. Me compré un piso a los cuarenta y tantos años y me pidieron un 18% de interés en el banco, que es mucho.
La vida era muy difícil, siempre ha sido muy difícil. Yo no he oído nunca en mi vida nada que no sea muy difícil.
Vivíamos modestamente
He visto en mi casa, en mis padres, en mis abuelos, la austeridad. Hemos vivido como hemos podido vivir. Cuando de repente hemos podido vivir un poquito mejor, pues hemos vivido un poquito mejor. Y cuando nos han invitado a vivir un poquito mejor, pues hemos vivido un poquito mejor. Y cuando luego, de repente, nos hemos vuelto un poquito locos, pues sí, nos hemos vuelto un poquito locos, y hemos empezado a jugar ese juego de ¡oye, a mi vecina, fíjate, ya le han ofrecido 40!; ¡no me digas!, sí sí; pues yo lo compré por 20; ganas 30; pues al otro le dan 50…
Esa especie de pecado del que nos avergonzamos lo hemos practicado, es verdad. Pero lo hemos practicado porque nos han animado a que lo practiquemos. Nosotros, de nuestro propio natural, vivíamos modestamente y tan contentos. Aspirábamos a mejorar, pero tampoco se nos había ocurrido que nos íbamos a ir de vacaciones al Caribe, o que nos íbamos a comprar un segundo coche.
Todo eso no es porque nos diera un ataque de locura. Es que nos han ido invitado a ese festejo y hemos entrado porque queríamos mejorar, queríamos prosperar.
De pronto, un día nos damos cuenta, de cómo estamos ahora, de la profunda sensación de miedo que tenemos. ¿Por qué? Porque tenemos cosas que podemos perder.
Más conservadores y más miedosos
Cuando hace veinte años, hacía en la radio el programa Hoy por Hoy, que muchos de ustedes seguramente habrán oído, yo no daba información de la bolsa. La bolsa era una cosa que le pasaba a seis. Yo no conocía a nadie que tuviera nada que ver en la bolsa. Yo no había tenido nada en la bolsa.
¿Qué era la bolsa? No hablábamos de la bolsa, del precio del oro, ni del mercado. De nada. Pero ahora hay ocho millones de personas que tienen dinero en la bolsa.
La prosperidad genera muchas cosas, desclasa a la gente. Es como cuando vives en una familia modesta y te va un poquito mejor. Cuando ya has conseguido una casa bien, y tienes unos amigos y tal, viene la prima tuya, que llega del pueblo con unos chorizos, y no quieres que pase por el salón. O bien la gente empieza a avergonzarse de su padre. O la gente que vivía en los modestos barrios de no sé dónde y ahora ya no acepta que digan el cinturón de no sé que…
Son fenómenos naturales de la vida. Queremos progresar y eso nos ha cambiado. Nos ha hecho más conservadores. Nos ha hecho más miedosos. Nos aterroriza que nos pueda, de pronto, pasar algo que nos devuelva a las amarguras pasadas o que estamos ya en medio de las amarguras pasadas.
¡Leña a ese palo!
 La política sabe muy bien donde está el lomo más desvalido. Hay un dialogo muy bueno entre dos ministros de Luis XIV de Francia, Jean Baptiste Colbert y Mazarino, un cardenal que fue un poco como Richelieu. Le dice Colbert a Mazarino:
-Tenemos que sacar más impuestos
-Sí, si, ¿a quién se los pedimos, a los pobres no les podemos pedir más?- contesta Nazarino.
-No, a los pobres no se puede, porque los tenemos fritos, a los ricos.
-No, a los ricos no les toques. No fastidies, que los ricos son los que tienen que manejar el dinero. Si no, lo esconden y se lo llevan.
-¿Entonces a quién?
-Mira, a la gente. Hay una masa de gente, que es la mayoría, que está soñando con prosperar y está asustada con caer en la miseria. ¡Esa es la gente que lo aguanta todo¡ Leña a ese palo, porque esa gente lo aguanta todo.
Esa es un poco la radiografía en este momento de nuestro país, que ha vivido una prosperidad y de repente nos da como una cierta vergüenza haber entrado tan atolondradamente en ella.
Pero, ¿cómo va a ser culpable la gente que ha soñado con prosperar, si le han dejado soñar y le han brindado los elementos para que sueñe? Yo no puedo aceptar eso, no lo puedo aceptar.
Ayudar a los bancos
Ahora nos encontramos con esa situación, con esa máquina cuya lógica es crecer y crecer, crecer y crecer. De pronto, cuando se produce el gran pinchazo, nos ofrece el espectáculo de la última de las trampas de la partida de naipes que les estamos contando:
-Señores, ustedes se han endeudado más allá de sus posibilidades, así que ya saben lo que les espera. or cierto, yo, que soy un banco, también me he endeudado por encima de mis posibilidades, si.
-O sea que usted también
-No, no, no, usted me va a ayudar a mí a salir de mi problema.
-¿Ah, sí? ¿Y a mí quien me ayuda?
-No, a usted no. Usted me ayuda a mí.
Ahora, henos aquí ayudando a los bancos a que resuelvan su problema. Porque nos han explicado que como los bancos no resuelvan su problema, nosotros no podremos resolver el nuestro.
Pero nosotros también tenemos un problema, que nadie nos está diciendo cómo se tiene que resolver. Mientras, estamos teniendo que resolver el problema de otros, todos juntos y pagando a escote. Y si nosotros calculamos mal al comprar lo que no debíamos, a lo mejor el banco calculó mal al prestarnos lo que no debía. Pero él calculó mal y estamos todos aquí haciendo lo que podemos para ver si logramos que salgan a flote. También es verdad que si los bancos no salen a flote, nos perjudicamos todos.
El círculo maldito
En ese círculo maldito se desarrolla esta situación en la que nos encontramos ahora. Una situación triste, preocupada, asustada, angustiada, en la cual, además, no sabemos adónde mirar. Porque, al decir esto, buscarías la referencia y no encuentras las referencias: los partidos políticos porque se han ido alejando de la gente y los medios de comunicación porque, junto a los partidos políticos, nos hemos ido alejando de la gente.
Y para la gente, la política es una cosa que se desarrolla allí, en el quinto pino, en una extraña nube donde unos señores hablan de sus cosas, ya no de las nuestras y en donde los medios de comunicación, muchas veces también en su compañía participan en un festín que solo ellos deben entender. Son sus cosas no las nuestras. Nos dejan en una extraña orfandad y no dicen por dónde vamos, adónde miramos, cómo salimos de este jardín, quién nos acompaña en esta angustia, quien nos acompaña en esta situación.
El 50% de los chicos no tiene trabajo; 1,7 millones de hogares no ingresan ningún dinero, pues todo sus miembros están en paro y sin prestación alguna; en este momento, los salarios de los jubilados suman más que el dinero que maneja la juventud; las personas mayores están pagando con sus pensiones familias enteras, familias que se sostienen con la pensión del abuelo o con la pensión contributiva o de orfandad de la madre y el hijo.
Son situaciones de una dureza colosal que nadie nos está aliviando, porque estamos todos extremadamente entretenidos en ver cómo resolvemos un problema que al parecer es previo.
¿Oiga, pero yo, mientras tanto, es que me voy a morir? Si, bueno, no le digo que no, pero es que yo tengo otra prioridad. Es que somos el 25% de paro, y Funcas (Fundación de las Cajas de Ahorros) ha dicho que el año que viene será el 27%. ¡Ah, bueno! Pero, esto ¿cuando se acaba?, ¿cuando se abre el paracaídas?
Caída libre sin paracaídas
El otro día, el austriaco Félix Baumgartner se tiró desde la estratosfera y permaneció en caída libre 4 minutos y 30 segundos. Él sabía que llegaría un momento en el que tenía que abrirse el paracaídas, porque si no se partía la cara.
¿A partir de qué punto es temerario este juego de que vayamos hacia abajo? Pues no se sabe. Nadie lo ha dicho.
Pero un buen día, la política, a todo correr y en el mes de agosto, se fue a cambiar la Constitución, que mira que es difícil cambiarla para otras cosas. Y de pronto, cambió la Constitución para determinar que había un límite de déficit que tenemos que soportar.
A mi no me parece mal, pero no tenemos un límite de parados que podamos acordar, que lo ponga la Constitución. Ni tenemos un límite de familias que puedan estar sin ningún ingreso.
En este momento, está produciéndose una injusticia y hay un juego desigual, aunque lo mejor y más lógico sea atender las necesidades de las superestructuras, antes de llegar a la gente.
El hecho es que la gente está en el furgón de cola, esperando a ver cuando le toca el turno para llegar a ese fantástico día en el que pase eso tan maravilloso de que los bancos puedan empezar a prestar dinero a los empresarios y particulares.
Los bancos antes que el paro
Ayer, Joaquín Estefanía escribía en El País un artículo titulado El mayor rescate de la historia, que les puede servir para entender lo que digo. (5)
Porque estoy muy interesado en que esto que estoy contando no se interprete como algo que procede de un pensamiento colocado en una posición ideológica determinada. Yo tengo una posición ideológica determinada, pero la posición ideológica predeterminada no me está llevando a las conclusiones que les estoy transmitiendo a ustedes. A esas conclusiones me está llevando el sentido común, los ojos abiertos y la experiencia de las cosas de la vida.
Estefanía venía a contar en ese artículo que en el año 2010 las ayudas públicas a la banca en España, según la Comisión Nacional de la Competencia, representan el 94% de todas las ayudas dadas. La ayuda a la banca equivale al 8,2% del PIB (Producto Interior Bruto). No digo yo que no tengamos que ayudar a los bancos. Lo que digo es que quede claro que este país, en el que 1,7 miilones de hogares sin ningún ingreso ni subsidio está haciendo un esfuerzo colocando como primera prioridad otra cosa distinta de la gente. Por cierto, no entiendo cómo es posible que estos datos no se hayan conocido antes.
Hasta hace un poco tiempo, el primer problema era el paro, ¿se acuerdan? Ahora no es el primer problema. El paro, dicen, se resolverá cuando se resuelvan las situaciones que estamos ocupándonos en resolver.
Pero, primero: no es seguro que automáticamente cuando hayamos colocado el déficit en su sitio, vaya a empezar a decrecer el paro.
Lo que yo denuncio es que, de pronto, haya quedado colocado el hombre, sus dramas, sus circunstancias y su realidad, en el último rincón, a la espera de que resolvamos una serie de cosas en las que estamos extremadamente ocupados y que responden a un pensamiento dominante.
Un pensamiento que domina en este momento en Europa, que domina en el Bundesbank (banco central de Alemania), que es el que manda y que es el acreedor, al que le debemos mucho dinero, y es el que marca posición. Entonces, como es el acreedor, me dice: es que usted me tiene que devolver lo que me debe; pero es que mire, usted, señor Bundesbank, para que yo le pueda devolver lo que le debo, necesitaría que me dejara trabajar un poquito, para ganar un poco dinero; mira, a mi no me cuentes tu vida; oiga, Bundesbank, es que se va a morir mi padre; bueno, mala suerte.

Buena parte de los asistentes siguió desde la balconada del primer piso la conferencia.

Atacando el tumor
El acreedor ciego es el que nos está llevando a esta dramática conclusión. Una situación que está empezando a cuestionar ya el mundo entero. El Fondo Monetario Internacional (FMI) y Obama, por ejemplo, están diciendo, perdón, pero como sigamos trabajando así, nos vamos a confundir. Como sigamos atacando el tumor, como sigamos atacando el tumor, atacando el tumor, atacando el tumor, sin saber que hay un límite para el número de actuaciones de radioterapia y para el número de actuaciones de quimioterapia, puede que matemos al ciudadano en cuyo interior se alberga el tumor.Porque el tumor no está solo. Está metido en un sitio que es un ser humano.
Pues lo mismo sucede con el problema económico que tenemos. Que está metido en un lugar que es la sociedad humana, en donde están los hombres, las mujeres, los seres humanos que están en este momento olvidados.
Por eso he querido titular esta pequeña conversación Rumbo al hombre, porque hace mucho, en un acto en el que yo fui muy honrado, cuando me dieron la investidura de Doctor Honoris Causa en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, terminé diciendo eso mismo: me he dado cuenta de que se nos ha perdido el hombre, se nos ha perdido el ser humano, ha desaparecido, se nos ha volatilizado, ya no aparece en las preocupaciones de los que nos mandan. (6)
Hablan de las cuentas del Estado, pero no hablan de las cuentas de los habitantes del Estado. Se supone que es lo mismo. Sí, es lo mismo, pero no es lo mismo. De hecho, nosotros, los que trabajamos en la radio para el gran público, hace mucho que ya no hablamos del dinero en las cantidades que la gente habla del dinero. Hablamos de miles de millones de euros, como si supiéramos qué es eso. Hablamos de 5%, del 8%, del 17%. Hablamos del billón sajón, que ya sabemos que es mil millones.
Hemos aprendido un montón de cosas, pero el dinero de uso y consumo del personal ha desaparecido.
Los seres humanos se nos están perdiendo
Las preocupaciones están en la macroeconomía, no en la economía. Los ciudadanos están también perdidos para la información, como consecuencia de otra cosa que también quiero señalar, que es la superocupación de la política en todas las actividades humanas.
Por ejemplo, si se produce un accidente, y digo por la radio que ha habido un accidente en la carretera no sé qué, y que hay tres personas heridas, cuando todavía no les han recogido la ambulancia, el tema ha saltado al plano político.
De repente, alguien dirá: el Delegado del Gobierno se presentó y dijo que no sé qué; el líder de la oposición pide responsabilidades políticas; el otro dice que ya había advertido ocho veces; y al cabo de un minuto estamos enzarzados en una zambra, cuando los seres humanos accidentados están respirando y no les ha recogido aún la ambulancia.
Ejemplo perfecto, el 11-M. Yo digo 11-M y todos piensan: la bronca política, mientras los ciento y pico muertos han desaparecido del 11-M, abducidos por la bronca política. Decimos 11-M y nos viene a la cabeza 14-M. El 11-M ha desaparecido. (7)
Los seres humanos se nos están perdiendo. No nos duran nada en los medios de comunicación. No les duran nada a la política, que a los tres segundos está hablando ya otra vez de miles de millones de euros.
Entonces, pienso: el camino debe ser seguramente el camino más sencillo, el que nuestros padres nos enseñaron a nosotros
La decencia, el respeto, la dignidad
Nosotros somos nueve hermanos, cada uno es como es, somos diferentes, pero todos tenemos una cierta actitud ante las cosas, que procede de lo que nos dijeron nuestros padres, que nunca dijeron nada, porque estaban matándose a trabajar.
Pero, de aquella no cosa que nos decían, debimos deducir varias cosas con alguna claridad, porque todos los hermanos, ahora adultos, cuando nos reunimos todos creímos haber recibido un mensaje que constaba de tres o cuatro cosas que no recordamos que nadie nos la hubiera dicho nunca: el sentido del trabajo, la decencia, el respeto a los demás, la dignidad, intentar ser justos.
Y al final, después de una vida entera dando vueltas por el mundo, y después de andar mirando las cosas más sofisticadas, resulta que todo está allí. Si todo es eso, si al final, lo que decía mi madre, la decencia, que parece una palabra que a nosotros nos sonaba al consejo de coge pañuelo, resulta que es lo único que de verdad nos va a terminar devolviendo la colocación, poniendo de nuevo el radar en su sitio, devolviéndole a la gente su papel, su protagonismo, su sitio, su lugar.
Pero cómo podemos permitir nosotros este desplazamiento radical del hombre de sus amarguras, de sus dificultades, de sus esperanzas, de sus sueños para que se ocupe el espacio integro con las macrocosas que sabemos que son importantes, pero que no están siendo el centro de la preocupación, que debe ser el hombre y sus dramas.
En este momento, tenemos una angustia con que nos baje un poco la prima de riesgo y sé lo importantísimo que es. Pero no tenemos prácticamente el más mínimo paladar social para padecer y para compadecernos de las complicaciones que está viviendo mucha gente en la sociedad.
El centro de un terremoto
El camino a mi juicio es peligroso, porque tenemos un modelo, un pensamiento dominante que nos reclama en la voracidad financiera, en la voracidad económica, en el crecimiento. Y eso nos conduce a un sitio muy peligroso.
Por otro lado, también porque se nos ha olvidado en ese recorrido, seducidos como estamos ya por la angustia, por la ilusión de prosperar, por la ilusión de tener, por la ilusión de ganar, por la ilusión de, como consumidores, no parar de consumir, etcétera, etcétera, de solidarizarnos 0los unos con los otros. Este es un elemento que yo creo que también se ha de considerar.
Como estamos en el centro de un terremoto, tampoco hay que pensar que estas cosas sean definitivas, porque luego se mueven de una determinada manera.
Casi para concluir, porque me ha dicho Román que es bueno que charlemos un poco al final, quería decir algo más.
Nosotros creemos que el mundo cambia, ¡ya sabemos que cambia!, sabemos que no es lo mismo el siglo XV que el XVI, ni el año 1.940 que el año 1.950. El mundo cambia, cambia, pero de repente a nuestro tiempo lo consideramos ya el tiempo que ya ha llegado a su final. Es decir, el mundo no para de cambiar, cambia, cambia, cambia hasta que llega aquí, a nuestro momento, y ya está ¿no?
Entonces, nos detenemos a mirarlo, como si fuera ya esto lo que hay. Pero no. Esto está tan de viaje al siguiente paso como lo anterior ha estado hacia este. Eso siempre me ha esperanzado, porque me demuestra que no hay que angustiarse del todo en las situaciones que claramente tenemos ante nuestros ojos, a las que les otorgamos el carácter de estables, para siempre. Porque no son estables, no son para siempre. A lo mejor son peor, pero no son así siempre.
Cambian, cambian seguro. ¿En qué dirección? Pues no se sabe. Porque el futuro no está escrito, no-está-escrito. Que no, que no está escrito, está sin escribir. Que va a ser como lo hagan los que lo hagan. Por tanto, nada de determinar de forma tan radical, como ahora se determina, lo que hay.
Los jóvenes se mueven
En esto me esperanzo mucho en que noto que las generaciones más jóvenes empiezan a moverse en torno a otros paradigmas. Puede que todavía sea un poco impreciso, pero empiezan a no sentirse tan claramente atraídos, como estaba la generación nuestra, por los anzuelos que nos pusieron de un determinado juego de progresar.
Los jóvenes están empezando a ver con desengaño, con tristeza, con cinismo y con gran pesimismo que hay determinado tipo de espejitos que no les van a engañar y que posiblemente pueden empezar a mirar por otras rutas y por otros caminos.
Creo eso, como también creo que de esta crisis surgirá posiblemente también alguna convicción de trabajos bien hechos. Creo que pueden salir cosas positivas, aunque bien es verdad que a cambio de dejarse un buen montón de cadáveres en el camino.
Por tanto, creo que el objetivo está en recuperar el hombre como centro de la actividad y la ciudadanía como valor. Una reunión como ésta en la que ustedes, con incomodidad, están escuchando torpes puntos de vista de una persona que ha venido aquí, es una actividad que da esperanza al futuro.
O sea, el ser humano, unido con otros para ayudar, para enfadarse, para pensar juntos, para no saber muy bien qué, pero para tocarse mirando el tiempo presente y reclamando su derecho a actuar en lo que les concierne, recuperar la condición de ciudadano.
No podemos permitir que se trate a la gente como se trata de esta manera tan superficial, mirando solamente su bolsillo o su cuenta de resultados. Mirando para saber de su felicidad, no se preocupe, que le vamos a subir un cuatro, no se preocupe…
Bien, es muy importante que hablemos de mi cuatro, que a mí me importa muchísimo, pero soy mucho más que un cuatro. Como pasa en general en España; se reúnen las autonomías para hablar de España, y ¿de qué hablan? De dinero. Se reúnen para hablar de España y no hablan más que de dinero, solo hablan de dinero. Y yo me digo: ¿pero no hay nada más que hablar, solo de dinero? 14 para ti, 27 para mi.

Más de 400 personas atendieron la conferencia de Iñaki en el Castillo de Pilas Bonas
No hay que rendirse nunca
Eso es lo que tenemos. En eso nos hemos convertido: en que uno de los elementos instrumentales de nuestra vida se halla convertido en el tomo de nuestra vida; en el que la economía es todo nuestra vida, con lo importante que es; en el que la política se cree que puede tratarnos como un bolsillo o una papeleta.
Pero somos seres humanos con derechos y reclamamos nuestros derechos a participar y a lo mejor a cambiar las cosas.
En ese sentido, los que ya somos más mayores, estamos, como a veces digo, gestionando el escepticismo y viendo cómo lo manejamos lo mejor posible para que no pueda con nosotros. En fin, para que lleguemos de pie hasta el final. Aunque el escepticismo nos pueda, pero tratando de transmitir el único mensaje que para mí es serio, y es el que yo les digo a mis hijos: mira, te puedes desengañar, puedes estar decepcionado, pero lo que no puedes es rendirte. No hay que rendirse nunca. Y no rendirse nunca quiere decir dar el siguiente paso. Hay que seguir, hay que seguir.
Mientras tanto, esta crisis económica internacional tan grave coincide en España con una crisis de la arquitectura del Estado. Que ya es lo que nos faltaba. Decimos ¡lo que nos faltaba es quedarnos embarazados! Aunque ahora ya casi no pasa nada por eso. Pero ahora, encima, se nos cae la tienda.
Bueno, son demasiadas cosas juntas como para que no vivamos en el estupor. Pero creo que juntos nos damos un poco más de calor, nos damos un poquitín más de ánimo.
Y si ahora ustedes tienen alguna cosa que decir, yo les escucharé con mucho gusto. Muchas gracias.

Enlace El coloquio

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